A nadie se le escapan ya, a pesar de que sigan existiendo recalcitrantes negacionistas, los efectos cada vez más evidentes del cambio climático. Olas de calor, de frio, sequias o inundaciones se suceden en todo el mundo con cada vez más frecuencia y sin ninguna lógica aparente.
Desgraciadamente, parece que no nos queda otra que adaptarnos lo mejor que podamos a estos nuevos tiempos climatológicos y, para ello, tendremos que tirar de aguante y capacidad de sufrimiento, o esperar a que la tecnología venga al rescate.
No obstante, no debemos esperar que la tecnología vaya a solucionar todos nuestros errores para continuar así con nuestro insostenible modo de vida, como si no pasara nada. Los avances tecnológicos podrán minimizar los daños de nuestros actos, pero lo ideal es buscar el origen del problema y hacer lo posible por solucionarlo, aunque eso suponga cambiar nuestras costumbres o hábitos de vida.
Mas allá de cuestiones políticas y territoriales, si por algo es conocido Israel, es por sus destacados avances en investigación y tecnología. Si para muchos de nosotros es desagradablemente novedoso el calor y escasez de lluvia que estamos padeciendo los últimos años, en Israel ha sido su día a día desde hace décadas.
Sin embargo, lejos de resignarse y adaptarse a la adversidad, su espíritu innovador y sus avances tecnológicos han conseguido, como si fuera un milagro, hacer retroceder el desierto. Así es, mientras que en muchas zonas del mundo el desierto avanza, acabando con zonas verdes y campos de cultivo, en Israel han conseguido lo contrario: aumentar las zonas verdes y campos de cultivo.
¿Cómo lo han conseguido?: con mucho esfuerzo y planificación y desarrollando estrategias y tecnologías para un uso eficiente e inteligente del agua.
Básicamente, lo han conseguido potenciando el riego por goteo, las desalinizadoras, el reciclado de hasta la última gota de agua, evitando pérdidas en la canalizaciones y desarrollando políticas de concienciación de la población para un uso responsable del agua.
Aunque técnicas similares al riego por goteo son utilizadas desde hace cientos de años, fue el ingeniero israelí Simcha Blass quien en 1959 lo perfeccionó y mejoró hasta convertirlo en el sistema altamente eficiente que conocemos y utilizamos hoy en día. Mediante este sistema, que aplica pequeñas cantidades de agua directamente a la raíz de la planta, se puede conseguir un ahorro de hasta el 60% de agua y se consigue un riego de precisión que favorece el desarrollo de las plantas.
Otro de los pilares en los que se sustenta el éxito en la gestión del agua de Israel, se basa en el desarrollo de plantas desalinizadoras.
Cuando vemos que el 70% del planeta tierra está formado por agua, podríamos pensar que aquí puede estar la solución a la escasez de agua: convertir el agua de mar en agua potable.
El problema está en el enorme consumo energético que requieren estas plantas, lo que impide que muchos países puedan acceder a ellas al no disponer de la infraestructuras y recursos económicos necesarios.
Israel, sin embargo, ha decidido invertir lo necesario en esta tecnología para disponer de agua potable. Gracias a las 5 modernas plantas desalinizadoras en activo actualmente en el país, pueden presumir de que, gracias a ellas, el 75% de la población dispone de agua potable en sus grifos.
Además, recientemente, investigadores israelíes han presentado una revolucionaria turbina eólica que, en un futuro próximo, permitiría alimentar una planta desaladora sin necesidad de electricidad externa. Esta tecnología se encuentra aún en fase de desarrollo, pero ha demostrado ser totalmente eficiente. Si el proyecto evoluciona con normalidad y recibe el apoyo adecuado, el sueño de desalar agua del mar sin gasto de energía estaría más cerca y podría solucionar muchos de los problemas que la escasez de agua provoca en la actualidad.
Otro de los pilares en los que se basa el éxito en la gestión de sus recursos hídricos, es el reciclaje de aguas residuales. Israel es también el líder mundial en este campo. Gracias, una vez más, a sus avances tecnológicos, consigue depurar aproximadamente el 90% de sus aguas residuales, hasta el punto de ser totalmente seguras para su uso en la agricultura. Una vez depuradas, dedica estas aguas principalmente al riego de los campos de cultivo y elimina así la necesidad de dedicar agua potable para estos fines.
Por otro lado, el cuidado y mantenimiento de las infraestructuras y redes de distribución de agua, lleva a que en Israel se pierda tan solo en torno al 7% de agua en fugas y averías en la red. En España, por ejemplo, aunque es difícil de calcular, estaríamos en unas pérdidas cercanas al 30%. Por lo tanto, mientras que Israel tiene como objetivo llegar al 0% de desperdicio en fugas de agua, en España, y en otros países, aspiramos tan solo a reducir poco a poco nuestras cifras tan sonrojantes.
Por último, si algo fortalece y asegura la continuidad y mejora de todas estas políticas de gestión del agua tan exitosas, son los programas educativos y de concienciación de la población. Estos programas, dirigidos tanto al ciudadano de a pie como a los sectores de la industria y la agricultura, buscan que toda la población se implique y se convenza de que, cada gota de agua cuenta, y de que un uso responsable del agua no es una opción, sino una necesidad para asegurar la supervivencia de su país y, en definitiva, de todo el planeta.
Sin duda, la gestión del agua en Israel es un ejemplo a seguir. La innovación, la tecnología, la planificación y la concienciación de la población pueden ayudar frente a los desafíos que la escasez de agua supone para muchos países. Puede ser que no todos tengan la capacidad o los medios para actuar de la misma manera que Israel, pero si se cuenta con la determinación de mejorar las cosas, cualquier iniciativa suma, y siempre será mejor hacer todo lo que uno pueda a no hacer nada. Como decía Nelson Mandela: todo es imposible hasta que se hace. Hagámoslo posible.